Los lidios fueron los inventores de la moneda y de ellos la adoptaron los griegos, quienes difundirían su uso por todo el mundo mediterráneo. Pero el uso de este invento también se difundió de Lidia hacia el oriente, cuando este reino fue conquistado por los persas en el 546 a.C. Por algunas décadas, los persas siguieron acuñando los estáteros de oro lidios sin modificaciones e introduciendo su uso por todo su vasto imperio. Durante el reinado de Darío I (526-486 a.C.), sin embargo, comenzaron a producir sus propias monedas de oro, los dáricos, que seguirían circulando por dos siglos hasta que el imperio persa fuera destruido por las tropas de Alejandro Magno. La etimología del nombre no es clara, es probable que, como creían los griegos, fuera una alusión al nombre de su creador, pero también es posible que derivara de la palabra persa dari- que significa dorado. En el anverso, presentan la figura de un arquero que es, con seguridad, la imagen del rey, y en el reverso, una marca de cuño. El peso promedio es de unos 8,4 g. y el diámetro llega a los 14 milímetros, si bien estas piezas se caracterizan por su forma altamente irregular.
Los dáricos alcanzaron rápidamente una gran reputación por su excelente calidad, manteniendo siempre una pureza cercana al 97%. No se trataba, sin embargo, de una moneda diseñada para el uso local, para el que era demasiado valiosa, ni para almacenar riquezas y transferir los recursos obtenidos mediante el pago de tributos, pues para ello los persas preferían, como reporta Heródoto, el uso de barras fundidas. El motivo principal detrás de las acuñaciones persas parece haber sido, por el contrario, la difusión de la imagen del soberano, es decir, un motivo político antes que económico.
Para los griegos, el “oro persa” era proverbial por su calidad y abundancia, y el gran rey sabía utilizarlo como una poderosa arma diplomática. Sus “arqueros de oro” fueron mucho más efectivos que los de carne y hueso a la hora de convencer a algunos políticos griegos. A pesar de su amplia difusión, los dáricos son hoy monedas relativamente raras y codiciadas por los coleccionistas. Ello se explicaría porque, tras la conquista de Alejandro, habrían sido fundidas en su gran mayoría para ser reacuñadas con el rostro del nuevo soberano.
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