Aes rude
Las fuentes literarias de la
república tardía y el principado adjudican la introducción de la moneda en Roma
al período monárquico, asociándola una tradición con la figura del rey Servio
Tulio[1]
y otras con el rey Numa[2]
o, incluso, con Saturno.[3]
Livio, Dionisio de Halicarnaso y otros autores incluyen, asimismo, en sus obras,
numerosas referencias al uso de moneda en la república temprana. Sin embargo,
la evidencia arqueológica demuestra claramente que lo que encontramos en estos
textos es sólo una lectura anacrónica del propio pasado que
tiende a adaptar los acontecimientos históricos a las prácticas usuales en
períodos muy posteriores.[4] Roma no produjo sus propias monedas
antes de finales del siglo IV a.C., ni utilizó en cantidades significativas las
acuñadas en otras partes de la península, como sí había ocurrido en Etruria.
La Roma arcaica y su economía
La evidencia arqueológica pone de
manifiesto que el proceso de conformación de un asentamiento con características
urbanas en el territorio de lo que después llegaría a ser Roma culminó entre
finales del siglo VIII y principios del VI a.C., durante lo que se conoce
habitualmente como la “fase orientalizante” de la cultura lacial. En ese período,
la construcción de templos y otros edificios públicos, y el hallazgo en el
Lacio de tumbas suntuosas ponen en evidencia una complejización de la
organización política, social y económica de la comunidad.
Es indiscutible que la
economía romana ya era capaz de generar un excedente y que la riqueza se
concentraba en las manos de una elite aristocrática consolidada. La existencia
de sectores artesanales y la importación de productos de lujo son demostradas
por los ajuares funerarios de las elites. Sin embargo, a pesar de todo ello,
Roma es todavía una comunidad eminentemente rural que, a pesar de su ubicación
estratégica junto al río Tíber, practicaba un volumen relativamente reducido de
intercambios con otros pueblos.
Las principales formas de riqueza en esta sociedad agrícola y pastoril eran la tierra y los distintos tipos de animales productivos. Éstos últimos constituían la forma básica de riqueza móvil, un hecho que quizás se refleja en la palabra pecunia, a la que el erudito Varrón durante la república tardía adjudicaría una etimología derivada de pecus, ganado.[5] Las escasas oportunidades de acumulación ofrecidas por esta sociedad de base campesina eran complementadas por la guerra, uno de cuyos principales objetivos era la obtención de botín, tanto en la forma de bienes muebles, como de tierra.[6]
Las principales formas de riqueza en esta sociedad agrícola y pastoril eran la tierra y los distintos tipos de animales productivos. Éstos últimos constituían la forma básica de riqueza móvil, un hecho que quizás se refleja en la palabra pecunia, a la que el erudito Varrón durante la república tardía adjudicaría una etimología derivada de pecus, ganado.[5] Las escasas oportunidades de acumulación ofrecidas por esta sociedad de base campesina eran complementadas por la guerra, uno de cuyos principales objetivos era la obtención de botín, tanto en la forma de bienes muebles, como de tierra.[6]
Los inicios de la república y las primeras guerras de expansión
El siglo V a.C., que vio la
conformación de la república romana, fue un período de crisis caracterizado por
un relativo empobrecimiento de los individuos y de la comunidad en su conjunto,
como consecuencia del estado de guerra casi permanente de la ciudad y de los
resultados poco positivos obtenidos en las mismas. Durante este siglo el Lacio se
vio afectado por las incursiones de algunos pueblos itálicos, concretamente de
los sabinos, ecuos y volscos. Se trataba de confederaciones de tipo tribal que
practicaban una guerra predatoria basada en las incursiones de rapiña.
En el siglo V a.C., la presión de esos pueblos sobre el Lacio se intensificó como resultado de toda una serie de desplazamientos poblacionales en la península itálica, que forzaron a numerosas etnias a buscar nuevos territorios. La guerra contra Veyes presenta una naturaleza completamente diferente de aquella con los pueblos itálicos recién mencionados pues se trataba, al igual que Roma, de una ciudad-Estado desarrollada con objetivos políticos y militares de largo plazo que iban más allá de la simple adquisición de Botín. Veyes era la ciudad etrusca más meridional, su territorio se extendía por la llanura opuesta del Tíber frente a Roma. El territorio de Veyes era extenso y fértil y se encontraba surcado por una excelente red de caminos y por túneles de drenaje que garantizaban una mayor productividad. La rivalidad entre Roma y Veyes tenía su origen en el control de las estratégicas rutas comerciales del valle del Tíber.
En el siglo V a.C., la presión de esos pueblos sobre el Lacio se intensificó como resultado de toda una serie de desplazamientos poblacionales en la península itálica, que forzaron a numerosas etnias a buscar nuevos territorios. La guerra contra Veyes presenta una naturaleza completamente diferente de aquella con los pueblos itálicos recién mencionados pues se trataba, al igual que Roma, de una ciudad-Estado desarrollada con objetivos políticos y militares de largo plazo que iban más allá de la simple adquisición de Botín. Veyes era la ciudad etrusca más meridional, su territorio se extendía por la llanura opuesta del Tíber frente a Roma. El territorio de Veyes era extenso y fértil y se encontraba surcado por una excelente red de caminos y por túneles de drenaje que garantizaban una mayor productividad. La rivalidad entre Roma y Veyes tenía su origen en el control de las estratégicas rutas comerciales del valle del Tíber.
La crisis económica del siglo V
a.C. generó un nivel creciente de conflictividad social entre la elite patricia
y los plebeyos. El siglo IV a.C., por el contrario, marcó el inicio de la
expansión romana en Italia, que trajo aparejada una mejora definitiva en el
acceso a la tierra, un aumento general de los niveles de vida y el inicio de un
proceso de creciente complejización de la economía. La toma de Veyes en el 396
a.C. fue el primer gran éxito de Roma en este camino. Los romanos anexaron su
territorio al ager Romanus. Se
trataba del primer caso en que Roma se apropiaba de los territorios enemigos
incorporándolos a su Estado.
Aes rude
Formas premonetarias de dinero en la Roma arcaica
La ausencia de monedas no
significa que la Roma arcaica careciera de dinero. En efecto, las fuentes
disponibles indican que las sociedades del Lacio tenían un concepto afianzado
del dinero mucho tiempo antes de haber contado con su propia producción
monetaria. Se trataba del as, es
decir, la libra de bronce, que servía como unidad de valor, de cuenta y como
medio de pago. Crawford ha presentado una inteligente argumentación a favor de
que esta unidad de peso habría sido introducida en Roma a finales del siglo VI
a.C. y que ello es lo que habría dado origen a la tradición posterior que
adjudica la introducción de la moneda a Servio Tulio.[7]
Sus argumentos permanecen, sin embargo, en el terreno de la hipótesis.
Es indiscutible que el as de
bronce como unidad de valor ya se utilizaba en el siglo V a.C. La constitución
serviana descrita en las fuentes data, probablemente, de mediados del mismo,
aunque es posible que hubiera existido un sistema precedente mucho más simple
con anterioridad. La constitución serviana muestra claramente el papel que el
dinero desempeñaba en la determinación de la posición social y la participación
política de los individuos. La ley de las doce tablas (lex duodecim tabularum o duodecim tabularum leges) pone de
manifiesto, además, la práctica establecida de pagar multas denominadas en
dinero. Esta evidencia prueba el uso regular de la libra de bronce (as, plural asses) como forma de mensurar el valor de propiedades ya en el
siglo V a.C.
No es claro en qué fecha
exactamente se introdujo en Roma el pago a quienes cumplían servicio militar,
pero fue antes de la producción de monedas, probablemente cerca de la fecha
tradicionalmente aceptada del 406 a.C., año del inicio del sitio a Veyes. La
palabra latina utilizada para designar el dinero entregado a los soldados, stipendium, tiene en su raíz el término
latino referido a la acción de pesar, lo que constituye otra prueba
indiscutible del arraigado uso de la libra de bronce como dinero en la Roma
arcaica. La introducción de la paga militar vino lógicamente acompañada de la
imposición del tributum, es decir, de
la creación de un sistema impositivo que permitiera recaudar los recursos
necesarios para llevarla adelante.
Balanza romana
La introducción del as como unidad de valor y de medida
respondió en Roma, en consecuencia, a las necesidades fiscales del Estado
romano arcaico y a su interés por clasificar a su población de acuerdo a sus propiedades
y de exigir de la misma un tributo para financiar las cada vez más ambiciosas
empresas militares de la república. Sin duda, los romanos de la primera mitad
del siglo IV a.C. conocían las monedas de plata acuñadas en otras regiones de
la península, pero no tenían necesidad de imitar su producción porque, a
diferencia de las ciudades griegas, no recurrían a mercenarios para formar sus
ejércitos, sino que éstos estaban compuestos por los mismos ciudadanos. El
Estado romano carecía, además, de volúmenes suficientes de plata como para
sostener la producción de moneda en ese metal, y no tenía posibilidades de
obtenerlo a partir del comercio. El uso de pedazos de bronce tenía, además,
algunas ventajas, pues permitía al Estado ahorrarse los costos del proceso de
acuñación y permitía aprovechar un recurso natural disponible localmente.
El recuerdo de este sistema
premonetario se conservó por largo tiempo en Roma. Toda transacción con piezas
de bronce implicaba el uso de una balanza. Muchos siglos después de la
introducción de la moneda, una balanza y un trozo de bronce se seguían
utilizando en Roma como símbolo de la venta y del cambio de propiedad en la
ceremonia de la mancipatio, mediante
la cual se consagraba oficialmente ante testigos la transferencia de propiedad
en el caso de ciertos tipos de bienes (las res
mancipii).
[1] Plinio, Historia Natural, 33, 42-44,
Casiodoro, Variae, 7,32,4, Varrón, Anales, Fragmento 1 (Peter).
[2] Isidoro, 16,18,10; Juan Lido, de mensibus, 1,17;
Suidas, s.v. assaria.
[3] Tertuliano, Apologético, 10,8; Isidoro, 16,18.3;
Plutarco, QR 274e; Macrobio, Saturnalias, 1.7.21.
[4] M. Crawford, Coinage and Money under the Roman
Republic, pp. 17-18.
[5] Varr. de l. lat., V, 53.
[6] Sobre la economía de la Roma arcaica véase A.
Drummond, “Rome in the fifth century i: the Social and Economic Framework”, en:
CAH VII.2, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 113-171; Ch. J. Smith,
Early Rome and Latium: economy and
society c. 1000 to 500 BC, Oxford, Oxford University Press, 1996; F. de Martino,
Historia económica de la Roma Antigua,
Madrid, Akal, 1985, pp. 9-23.
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