Hace unos días, ha llegado a mis manos el libro Emperor and Author: The Writings of Julian 'the Apostate'
(Emperador y autor. Las obras
de Juliano el Apóstata), que reúne las contribuciones a un encuentro de
investigadores llevado a cabo en julio de 2009 en la universidad de Cardiff en
Inglaterra. El libro incluye un interesante estudio del profesor español
Francisco López Sánchez sobre las acuñaciones de Juliano, que presenta algunas
tesis muy originales que me gustaría discutir aquí.
La doble maiorina de Juliano
Recordemos, primero, que en el
verano del año 362 d.C., el emperador Juliano se encontraba en Antioquía en
medio de los preparativos para su campaña militar contra el imperio persa
sasánida. Fueron meses de frenética actividad, en los que se introdujeron una
serie de reformas en el Estado para intentar volverlo más eficaz, especialmente
en el frente fiscal. Uno de los cambios más importantes introducidos en este contexto
fue la modificación de las denominaciones de vellón bajo. Juliano introdujo dos
nuevas monedas, una de unos 8,25 gramos de peso denominada hoy doble maiorina o
AE1, y una más pequeña de unos 3 gramos conocida como AE3. Los motivos de la
primera atrajeron rápidamente la atención de los contemporáneos, como sabemos
por el mismo Juliano, quien en si Misopogon nos indica como esa moneda fue
rechazada y tomada como motivo de bura por la población preponderantemente
cristiana de Antioquía.
En el anverso puede verse el
busto de Juliano con una corona de perlas y una larga barba (que caracterizaba
su retrato desde su transformación en gobernante único del imperio y su rechazo
del cristianismo) rodeado de la leyenda DN FL CL IVLIANVS PF AVG. En el reverso
puede verse un toro hacia la derecha y mirando al frente, con dos estrellas
encima y la leyenda SECVRITAS REI PVB.
La interpretación de la imagen
del toro en el anverso ha sido muy debatida por los especialistas. En las
primeras décadas del siglo XX autores como H. Mattingly y G. Elms propusieron
la identificación con el toro Apis. Para F. D. Gilliard, por el contrario, el
toro podría ser una alusión al signo astrológico de Juliano, tauro. Kent, por
su parte, vio en este animal una representación del propio Emperador como
guardián de su pueblo, mientras que para J. Arce, sería una referencia al
sacrificio ritual de toros (el taurobolios) celebrado por iniciativa el propio
Juliano en Antioquía.
La interpretación de Francisco López Sánchez
En el trabajo mencionado, López
Sánchez propone una interpretación algo más compleja, a la que no puedo hacer
justicia en este breve comentario, pero me gustaría señalar sus ideas centrales.
López Sánchez reconoce en el toro antes que nada una alusión a los sacrificios,
pero lo relaciona específicamente con el ritual de la circumdatio, por el cual se trazaba el “pomerium” o límite sagrado de una ciudad mediante un arado tirado
por una yunta de bueyes. El pomerium
separaba el ámbito civil del militar y fijaba el límite que garantizaba la
seguridad del estado, lo que para López Sánchez se refleja en la leyenda securitas rei publicae que acompaña
estos motivos. Las dos estrellas que aparecen sobre el toro son interpretadas
por este autor como referencias a ambos animales y deduce de representaciones
semejantes en acuñaciones constantinianas que su significado se relaciona con
las ideas de aeternitas y translatio imperii tras la fundación de
Constantinopla. Además de estos significados generales, el motivo del toro
habría sido incluido a finales del año 362 también con el objetivo expreso de
dotar a las unidades militares de los petulantes y celtas (con las que Juliano
tenía una relación muy estrecha desde su proclamación como Augusto por el
ejército en París) con un símbolo militar propio de carácter pagano que
remplazara al símbolo cristiano crismón que había caracterizado a diversas
unidades desde el reinado de Constantino.
La teoría de López Sánchez es
interesante y bien argumentada, sin embargo, es excesivamente compleja como
para ser convincente. ¿Es posible pensar que el ciudadano romano entendiera un
mensaje tan sofisticado y una alusión tan indirecta al contemplar esta moneda?
El toro era, sin duda, una referencia a los cultos tradicionales que Juliano
pretendía restablecer en el mundo romano y un símbolo polisémico que podía
interpretarse de diversas maneras, como una alusión a Mitra y al toro Apis
entre otras posibilidades. Es probable que ese carácter ambiguo haya sido uno
de los factores que impulsaron a Juliano a elegirlo.
¿Qué opináis vosotros?
Hola Darío.
ResponderBorrarCoincido totalmente con vos. Creo que es algo rebuscada la teoría de López Sánchez.
Justamente, éste no es uno de los autores de mi mayor devoción, y, esto lo digo con respeto, sin animos de ofender, sino expresar una opinión. Creo que suele caer en tergiversaciones complejas, ajustando fechaciones, e incluso hechos históricos comprobados, a efectos de que cierre el resultado final de su propuesta. Repito, es mi punto de vista, y me hago cargo de lo dicho.
Hace poco, tuve la oportunidad, en otro foro, de criticar (en forma sana y en base a fundamentos), su teoría expuesta en el artículo "Dracmas Ampuritanas y Marsellesas acuñadas por Cartago".
http://conuvi.com.ar/index.php?topic=2323
No entraré en detalles aquí de su postura, pero tembién, me pareció forzada y rebuscada su teoría.
De todos modos, es interesante analizarla.
Saludos y gracias por compartir.
Hola Santiago! Gracias como siempre por tu comentario. Me da mucha satisfacción que podamos realizar estos intercambios. El trabajo de López Sánchez en este libro sobre Juliano es bueno y bien argumentado y no he podido, por no excederme en el tamaño adecuado para una entrada, reflejar con todos los detalles sus propuestas. De todos modos, como digo, el punto débil es que no queda claro cómo podía un habitante promedio del imperio decodificar una alusión tan sutil en una moneda.
BorrarMuy interesante tu entrada en conuvi!
saludos,
Darío
No leí particularmente este trabajo, es decir, hable de forma genérica por otros artículos que he leído de él, como un "perfil" dle autor, digamos.
ResponderBorrarNo dudo de que sus argumentos son bien trabajados, pero en general, sus teorías suelen parecer forzadas.
Ahora bien, me parece acertada tu reflexión acerca de la decodificación por parte de los ciudadanos de tal simbología.
Abrazo.-