Fragmento del Edicto de precios máximos de Diocleciano. Como puede verse, es una lista de productos con sus precios estipulados en denarios comunes
Aquí os dejo la quinta
y última parte de la serie sobre la reforma monetaria de Diocleciano, en la que
culmino tratando las medidas adoptadas por el gobierno para controlar la
inflación generada por la introducción del nuevo sistema (aquí podéis encontrar
la primera, segunda, tercera y cuarta partes).
Como vimos en la última parte de esta serie, la
aplicación de la reforma monetaria de Diocleciano generó un fuerte incremento
de la inflación en el Imperio Romano. Es decir, produjo un efecto totalmente
contrario al pretendido. El gobierno reaccionó de la única forma en que sabía
hacerlo, intentando imponer por fuerza de ley una solución. En enero del 300
d.C. fueron así, según la interpretación más aceptada, retarifadas las monedas
del sistema, pasando el nummus de 5 a valer 12,5 denarii communes y el
argenteus de 25 a 50. El valor del oro parece no haber sido modificado, pero
como el mismo había perdido su verdadera condición monetaria para transformarse
en un bien negociable, estaba sujeto a fuertes presiones inflacionarias y era percibido
como la mejor reserva de valor.
Semejante incremento nominal del dinero
circulante sin ningún cambio real en el número o la calidad de las monedas
disponibles fue seguida, como era de esperar, por una casi inmediata
readecuación, en la misma proporción, del precio de los bienes.
Una segunda reacción del gobierno fue el famoso
Edicto de pretiis rerum venalium (edicto sobre los precios de los bienes comerciales) sancionado
en el 301 d.C., que intentaba fijar, bajo pena de muerte, valores máximos para
todo tipo de bienes y servicios, expresados en denarii communes. Otro fracaso estrepitoso. La medida tuvo que ser
retirada, según reporta Lactancio, porque los comerciantes retiraron todos sus
bienes del marcado. En septiembre del 301, los tetrarcas emitieron un segundo
edicto doblando el valor de todas las denominaciones por encima de un denarius communis, pero preservando las
tasas de conversión entre las distintas monedas. Una copia del edicto se ha
conservado de manera fragmentaria en la ciudad de Afrodisias, en Asia menor.
El público había aprendido a reaccionar frente
a medidas de este tipo y la readecuación de los precios fue casi inmediata. El
mismo gobierno daba el ejemplo al doblar inmediatamente tras la sanción del
edicto el sueldo de todos los funcionarios.
El sistema monetario de Diocleciano produjo,
entonces, a fin de cuentas, un resultado completamente opuesto al pretendido,
inflación y desconfianza en los medios de pago. Su política no generó, sin
embargo, tal como a veces se señala, una desmonetización de la economía y un
regreso al trueque como forma privilegiada de intercambio. Todo lo contrario,
la reforma tuvo éxito en unificar a todo el mundo romano en un único sistema
monetario y en hacer de la moneda el medio de pago habitual para todo tipo de
transacciones.
Diocleciano generó de manera involuntaria las
bases de lo que sería el régimen monetario del Bajo Imperio Romano, pues dio
nacimiento a un sistema dual basado, por una parte, en piezas de oro utilizadas
como lingote y valoradas según el precio del metal en el mercado, y, por otra,
monedas de vellón bajo cuya calidad y valor se deterioraban permanentemente,
generando fuertes presiones inflacionarias que perjudicaban, sobre todo, a los
estratos inferiores de la sociedad.
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