Áureo de Augusto, 14-12 a.C. - Lugdunum - RIC 164a
La numismática no sólo comprende la descripción y catalogación de monedas.
Su objetivo disciplinar es mucho más amplio y se orienta hacia el estudio del
significado, uso y circulación de las monedas a lo largo de la historia. Un
aspecto particularmente interesante dentro de este conjunto de problemáticas es
el de lo que podemos llamar “historia monetaria”, en la que la numismática se
acerca a la economía para comprender el funcionamiento del sistema de
acuñaciones en el contexto de cada época. En esta entrada me enfoco en un breve
panorama general de la historia monetaria del Imperio Romano de Augusto a Nerón
La expansión de la oferta monetaria
La reorganización del sistema monetario llevada
a cabo por Augusto fue enormemente exitosa. Se restableció la calidad del
denario, se expandió la producción de áureos y se introdujeron nuevas
denominaciones en metal bajo para los intercambios cotidianos. Se generó, de
esta forma, una eficaz estructura de denominaciones imperiales complementada
por algunas acuñaciones provinciales adecuadas a las necesidades y tradiciones
de regiones específicas. Además de ello, se reorganizaron las cecas y se
restableció la producción monetaria en Roma, generando un abastecimiento
adecuado de circulante en todas las regiones del imperio, particularmente en
aquellas donde el Estado concentraba sus desembolsos.
La moderada expansión de la oferta monetaria y
la consolidación de la paz interior generaron las condiciones para una época de
prosperidad y crecimiento económico que contribuyó a la legitimación política
del régimen imperial. Además de ellos, el incremento en el gasto y la cada vez
más frecuente recaudación de los impuestos en metálico intensificó la
monetarización de la economía en todas las regiones del Imperio. Todos estos
factores contribuyeron, a su vez, a que las acuñaciones de Augusto fueran bien
aceptadas por el público y a que se difundiera la confianza en su valor,
respetándose las tasas de cambio fijadas por el Estado entre las distintas
denominaciones.
As de Tiberio - 34-37 d.C. Roma RIC 83
Niveles de emisión monetaria
Paradójicamente, aunque el volumen del gasto
estatal creció en forma considerable con el establecimiento del principado, la
investigación numismática demuestra que los niveles de emisión monetaria
durante la dinastía Julio-Claudia fueron muy irregulares, con numerosas pausas
de varios años en las que no se acuñaron monedas. Ello indica, evidentemente
que lo obtenido por la recaudación fiscal era suficiente para financiar los
gastos regulares del Estado y que el volumen de circulante era adecuado a las
necesidades de la economía. El presupuesto público total de este período ha
sido estimado por R. Wolters entre 600 y 1.000 millones de sestercios anuales.
Los niveles de emisión podrían mantenerse
relativamente bajos porque en las décadas finales de la república (durante los
períodos de guerras civiles) se habían acuñado cifras enormes que seguían en
circulación. Además de ello, la reforma monetaria de Augusto había generado
otra importante expansión de la oferta monetaria al reintroducir la acuñación
de monedas de metal bajo y emitir áureos en forma regular. El oro, que hasta
finales de la república había permanecido inmovilizado en la forma de ofrendas
en los templos, pasó así a formar parte regular del sistema monetario del mundo
romano. La masa total del circulante no puede estimarse pero el hecho de que
Tiberio dejara al momento de su muerte una reserva 3.000 millones de sestercios
en el tesoro es una clara indicación de crecimiento respecto de la época
republicana pues excede por un factor de treinta las máximas reservas
acumuladas en ese período de las que tengamos noticia.
Denario de Claudio - 50-51 d.C. - RIC 54
La circulación monetaria
El funcionamiento del aparato estatal
garantizaba que las monedas permanecieran en circulación pues implicaba,
primero, su recaudación como impuestos y, luego, su desembolso como salarios de
militares y funcionarios, como pagos por grano para distribuciones gratuitas,
como costo de construcciones, como distribuciones a soldados o habitantes de
Roma, etc. No es, sin embargo, claro si desde el punto de vista de la
circulación monetaria el imperio conformaba una unidad o si existían diversas
regiones que constituían circuitos económicos relativamente cerrados. Las
opiniones de los investigadores están divididas en torno a este problema,
alegando Keith Hopkins -a partir de un modelo teórico de la economía romana- a
favor de la primera posibilidad y R. Duncan-Jones -a partir de estudios
empíricos- a favor de la segunda.
Para mantener el ciclo en funcionamiento, el
Estado debía introducir permanentemente nuevo metal, dado que, por el desgaste
de las monedas y las pérdidas ocasionadas por el atesoramiento y las
importaciones, la reacuñación de las obtenidas como impuestos era insuficiente
en el mediano plazo para mantener un volumen estable o para responder a la
creciente demanda de medios de pago ocasionada por el crecimiento económico. El
nuevo metal se obtenía principalmente de la explotación minera, de las guerras
de conquista y de las exportaciones fuera del imperio.
Sestercio de Nerón - 63 d.C. - Roma - RIC 104
Las fuentes del metal
La fuente más regular de nuevo metal era la
minería. La estabilidad política y las mejoras en la administración de los
territorios provinciales permitieron que la explotación de yacimientos
metalíferos alcanzara durante el principado un pico de actividad que se
mantendría hasta el inicio de la dinastía de los severos. Los principales
distritos mineros eran Hispania, que se explotaba desde el período republicano
y Dalmacia, que comenzó a ser explotada durante el principado de Augusto. A ellas
se añadiría posteriormente Dacia, incorporada al imperio a principios del siglo
II d.C. por la conquista de Trajano. Las mejoras en el control de la
producción, en la eficacia del transporte y en la productividad de las cecas
permitieron, además, durante el principado una utilización más eficiente de los
recursos mineros para la producción monetaria.
Noria romana de la mina Río Tinto
Si bien el ritmo de la expansión militar se
desaceleró notablemente durante el principado, las guerras siguieron siendo una
fuente importante de nuevo metal para el Estado romano, si bien una cada vez
menos frecuente. El botín obtenido por Augusto en sus guerras en Hispania,
Ilírico y Egipto alcanzó un valor de 1.000 millones de denarios. Durante el
siglo I d.C. aportaron algunos recursos la conquista de Britania y la supresión
de la revuelta judía en Palestina. El último gran ingreso de nuevo metal lo
representaría la conquista de Dacia a principios del siglo II d.C. que
proporcionaría un botín de más de 1.500 millones de denarios y, además, la
incorporación de una importante región aurífera.
Finalmente, también el comercio exterior era
una fuente de nuevos metales. Los romanos obtenían sobre todo oro a través del
tráfico realizado a través de Egipto con las regiones de Nubia y Etiopía. Los
romanos también obtenían oro de la costa occidental de África por
intermediación de los garamantes. No obstante, en líneas generales, es probable
que el comercio exterior representara para el imperio un drenaje de metales
preciosos antes que un incremento. Ello era así porque el tráfico de lujo
llevado a cabo desde puertos del Mar Rojo con Arabia, India y China era
deficitario y significaba, según datos de Plinio el Viejo, la pérdida anual de
unos 100 millones de sestercios (25 millones de denarios).
El abundante ingreso de metales procedentes de
estas fuentes permitió que hasta la última parte del reinado de Nerón, la
calidad de la moneda romana se mantuviera prácticamente sin alteraciones en los
altos estándares y niveles fijados en la reforma monetaria de Augusto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario