Denario de Cómodo
Continuando con la serie sobre la historia monetaria del Imperio Romano trato ahora el breve pero decisivo período de transición entre la era de los antoninos y la dinastía de los severos.
Para Dión Casio el final del reinado de Marco
Aurelio y el ascenso de Cómodo al trono significó el final de una edad de oro y
el comienzo de una de hierro. En el plano monetario, sin embargo, antes que una
ruptura, lo que se reconoce es una aceleración en el proceso ya vigente de
deterioro de la moneda. El nuevo emperador cambió abruptamente la política
exterior de su padre y buscó rápidamente la paz con los germanos concediéndoles
generosos subsidios. Para mantener sus extravagantes gastos, Cómodo se vio
obligado a reducir nuevamente el estándar del denario a 1/104 de la libra
romana y a rebajar su pureza hasta un 74%.
Cómodo fue asesinado por miembros
de su propio círculo íntimo el 31 de diciembre del año 192 d.C. Al día
siguiente (1° de enero del año 193 d.C.) fue proclamado en su lugar, Pértinax,
un militar ya sexagenario que se había encumbrado tras una distinguida carrera
a pesar de provenir de orígenes modestos. El nuevo emperador encontró al estado
romano en una situación crítica, por lo que fijó como objetivos centrales de su
gobierno el restablecimiento del orden y la disciplina, tanto moral como
fiscal, pues las arcas públicas estaban exhaustas. Su frugalidad fue mal
recibida por los miembros de la guardia imperial, que esperaban una generosa
recompensa en metálico por haber apoyado su llegada al trono. A pesar de
resistirse a la idea, Pértinax tuvo finalmente que ceder y prometió un donativo
de 12.000 sestercios a cada soldado. Para cumplir su promesa y dar al mismo
tiempo testimonio de sus diferencias con su predecesor, Pértinax remató las
propiedades de Cómodo para reunir los fondos.
El ahorro era clave para la
política de Pértinax. En contra de lo hecho por su predecesor, para estabilizar
la situación económica, el nuevo emperador inició un ambicioso programa de
mejora de la calidad de la moneda, subiendo el porcentaje de plata del denario
del 74 al 87%. Ello equivalía a una revaluación de la moneda y tenía como
efecto inmediato una disminución del volumen de acuñaciones que podía realizar
la ceca imperial en Roma. Los motivos de sus monedas intentan transmitir el
mensaje de la liberación del pueblo de la opresión y del comienzo de una nueva
era de prosperidad auspiciada por los dioses. Nos muestran a un emperador que
Pértinax no llegó a ser.
El 28 de marzo del 193, un grupo
de unos 300 pretorianos se agolpó frente al palacio, reclamando porque
aparentemente habían recibido sólo la mitad de la paga prometida por el
emperador. Contra el consejo de sus asesores, Pértinax decidió negociar con las
tropas y convencerlas de que era imposible cumplir sus pedidos. Durante la
discusión, un soldado perdió la paciencia, se adelantó y asesinó al emperador
con su espada a la vista de todos. La muerte de Pértinax puso claramente en
evidencia los incalculables riesgos que aparejaba una política de ahorro. La
permanencia de un nuevo emperador en el trono dependía de su habilidad para
conquistar y preservar la lealtad de las tropas y el reparto de generosos
donativos era el camino más rápido hacia ese objetivo. Una política
devaluatoria, en cambio, permitía recompensar rápidamente a los soldados a
costa de un deterioro del sistema monetario a mediano plazo. Pero ese mediano
plazo era irrelevante para quienes debían esforzarse primero por preservar el
trono y la vida.
El reinado de Pértinax había
durado sólo 86 días. Los pretorianos se decidieron entonces a ceder el trono a
quien prometiera realizar el mayor donativo a los soldados. El suegro de
Pértinax, Tito Flavio Sulpiciano, que era prefecto de la ciudad y se encontraba
en el campamento de los pretorianos, comenzó a hacer ofertas. Enterado de la
situación, un senador romano, Didio Juliano, se dirigió hacia el campamento y
comenzó a hacer sus propias ofertas ante la puerta. Sulpiciano llegó a ofrecer
20.000 sestercios a cada hombre, pero Didio Juliano lo superó prometiendo
25.000 y fue proclamado por las tropas.
El reinado de Didio Juliano sería
todavía más breve que el de Pértinax. Una de sus primeras medidas sería una
rebaja en la cantidad de plata del denario, que pasaría del 87 al 81 %,
marcando un camino que sus sucesores profundizarían con graves consecuencias. Septimio
Severo surgiría finalmente como vencedor de las pujas que, a partir de estos
acontecimientos, se desatarían entre diversos generales por adueñarse por
medios más firmes del trono que Didio Juliano pretendía comprar. Severo entendería
claramente la lección del fracaso de Pértinax y haría del cortejo a los
soldados uno de los ejes políticos de reinado.
Severo incrementó
considerablemente la paga militar, llegando aparentemente a doblarla en el año
197 d.C. Ante la falta de recursos fiscales genuinos para financiar estos
incrementos, se recurrió por primera vez a una política fuertemente
inflacionaria basada en una abrupta caída del contenido de plata del denario,
que llegaría a tan sólo el 56%. Esta política era beneficiosa para el Estado
porque, con toda probabilidad, las subas de precios seguían con un cierto
retraso a la devaluación, permitiendo, por algún tiempo, un ahorro considerable
para las finanzas públicas. También parece haber sido exitosa en obtener el
apoyo de los soldados, que eran víctimas de lo que en economía se conoce como
“ilusión monetaria”, una inadecuada capacidad de distinguir entre las subas
nominales y el comportamiento real de su salario, es decir, teniendo en cuenta
la suba de precios. Si bien carecemos de información suficiente para estimar el
impacto inflacionario concreto de estas medidas, la fuerte reducción en el
volumen de acuñaciones fraccionarias en metal bajo es una clara prueba de la
existencia de fuertes subas de precios
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