Tras el fracaso de los dólares
continentales, los EE.UU. carecieron de una moneda nacional por varios años,
recurriendo en su remplazo a diversas notas emitidas por algunos estados y por
bancos, a moneda extranjero y al uso de bienes como medios pago y de
atesoramiento.
Las complejas tasas de cambio
entre todas las diversas monedas en circulación dificultaban, por supuesto, las
operaciones comerciales. Esto se sumaba a una depresión económica generalizada
que marcó los primeros años tras el fin de la guerra revolucionaria en 1783.
Los EE.UU. necesitaban una moneda nacional con urgencia.
En este contexto, bajo el impulso
de Robert Morris, superintendente de finanzas, el gobierno de EE.UU. estableció
en 1783 una ceca en la que se realizaron algunos primeros experimentos en la
producción de monedas metálicas. Se diseñaron los motivos, se produjeron
algunos cuños y se acuñaron diversas piezas de prueba, sin embargo, la idea fue
abandonada y las monedas no fueron introducidas como circulante.
Al tratarse sólo de pruebas, estas
monedas fueron producidas en cantidades muy limitadas que no circularon. En el
anverso, pueden verse rayos que emanan de un ojo, rodeado de una constelación
circular de trece estrellas, similar al motivo que se había utilizado en
algunos billetes continentales. La leyenda del anverso, en latín, era NOVA
CONSTELLATIO (una nueva constelación), que es el nombre genérico que hoy se da
a estas piezas. En el reverso podía verse una guirnalda alrededor de las
iniciales de Estados Unidos con la denominación abajo, acompañado todo por la
leyenda, LIBERTAS JUSTITIA (Libertad, Justicia) y la fecha 1783.
Hoy sólo se conoce un puñado de
los prototipos acuñados por instrucción de Morris y su valor es muy difícil de
calcular, con seguridad muy por encima del millón de dólares.
El diseño de estos prototipos fue
utilizado entre 1783 y 1786 para una serie de pequeñas monedas de cobre
producidas por privados y que se conocen hoy como “nova constellatio coppers”.
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