El contexto: El Imperio Bizantino en el siglo VII y el reinado de Justiniano II
El siglo VII d.C. fue un período
crucial en la larga historia del Imperio Bizantino, en el que tuvo que
enfrentar el surgimiento de un nuevo y poderoso enemigo, el califato islámico.
El imperio perdió la mayor parte de su territorio frente al avance del Islam,
pero finalmente pudo sobrevivir con un territorio reducido al núcleo de Grecia,
parte de los Balcanes y Asia Menor, más algunos enclaves en Italia.
El Imperio Bizantino emergió de
esta crisis radicalmente transformado. El siglo VII marca una ruptura con la
tradición urbana y la cultura grecorromana heredada de la Antigüedad y una
transición hacia una nueva forma de vida en la que la religión y la guerra eran
las dos variables fundamentales.
Justiniano II es un emperador
típico de este período. Extremadamente devoto en materia religiosa y decidido a
ejercer un poder autocrático como representante de Dios en la tierra.
Justiniano tendría un largo reinado, pero con una interrupción de diez años en
el medio. Proclamado emperador en el 685 tras la muerte de su padre, sería
derrocado por una conspiración en el 695. Se le perdonaría la vida pero para
apartarlo de la lucha por el poder se le amputó la nariz y se lo exilió. Tras
diez años, Justiniano retomaría, sin embargo, el trono en el 705 y sería
depuesto por segunda vez en el 711. Esta segunda vez sería ejecutado.
Las monedas con el retrato de Cristo
Justiniano II haría acuñar estas
monedas de oro con el retrato de Cristo en el anverso por primera vez en el año
692. En ese mismo año el emperador había convocado un concilio religioso para
discutir, entre otros temas, también la forma en que se debía representar a
Cristo en el arte. La decisión subsiguiente del Concilio (Canon 82) decretó que
en adelante Cristo debería ser visto en forma humana, en lugar de las
representaciones simbólicas que habían prevalecido durante el período anterior.
Justiniano colocó a Cristo en el
anverso de sus sólidos, semisses y tremisses. El retrato del emperador quedaba
desplazado ahora hacia el reverso, señalando que el verdadero gobernante era el
mismo Cristo y que el emperador era sólo un mero regente terrenal de su poder.
Ese significado es aclarado por las leyendas, que en el anverso definen a
Cristo como rey de reyes, mientras que en el reverso Justiniano afirma su
condición de siervo de Cristo.
El retrato de Cristo representa
lo mejor del arte numismático bizantino en su larga historia. Lejos de los
retratos imperiales esquemáticos que habían caracterizado a las monedas anteriores,
vemos a un Jesús representado en detalle, con un expresivo rostro rodeado de
cabellos y de una barba claramente delineados. El grabador de los cuños es
anónimo, pero es una artista que ejercería una enorme influencia, determinando
uno de los estilos clásicos de la representación de Jesús, cuyos efectos siguen
visibles hoy en día.
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