Adriano y su favorito
Uno de los rasgos originales del
reinado del emperador romano Adriano (117-138 d.C.) fue la pretensión del
soberano de visitar todas las provincias del imperio, razón por la que fue
conocido como el “emperador viajero”.
De visita en la región de Bitinia,
a principios de la década del 120 d.C., Adriano conoció allí a un adolescente
de singular belleza, Antínoo, quien desde ese momento se transformó en su
favorito y amante, y lo acompañó en todos sus restantes viajes.
La muerte y divinización de Antínoo
Unos años más tarde, en el año 130 d.C., Adriano se
encontraba visitando la provincia de Egipto. Durante un paseo de la comitiva
imperial por el Nilo, Antínoo cayó en circunstancias poco claras al Nilo y se
ahogó.
Según algunas versiones, el joven se habría sacrificado para
que el emperador tuviera una larga vida. Según otras, se habría suicidado para
escapar a las excesivas exigencias amorosas del emperador. Los historiadores
modernos no descartan un complot en la corte para eliminar al favorito.
Estatua de Antínoo en el Louvre. Originalmente en la Villa de Adriano en Tïvoli |
Sea como fuere, es indudable que la muerte del joven llenó
al emperador de un profundo pesar, al punto que decretó que fuera divinizado e
incluido en el panteón romano. También ordenó la construcción de una ciudad en
el lugar de su muerte que, según la costumbre helenística, llevaría el nombre
de Antinoópolis.
El rostro de Antínoo fue entonces reproducido en estatuas por
todos los rincones del imperio y también incluido en numerosas emisiones de
monedas y medallones de ciudades griegas del imperio.
Todas las representaciones de Antínoo, tanto en esculturas
como en monedas, comparten ciertos rasgos distintivos que permiten
identificarlo fácilmente: rizos despeinados, un perfecto perfil griego, y una
melancólica mirada ligeramente inclinada hacia el suelo.
Medallón en honor a Antínoo. Mantinea, Arcadia. 41mm de diámetro y 39.30 gr. |
Las monedas en honor a Antínoo
Unas treinta ciudades griegas emitieron monedas de bronce
con la imagen de Antínoo. Las mismas se concentran mayoritariamente en tres
regiones: Arcadia en Grecia, Bitinia en Asia Menor y Alejandría en Egipto, que
fue la más prolífica, probablemente porque allí el culto a Antínoo fue
rápidamente asociado con el de Osiris y adquirió gran popularidad. Vemos un
ejemplo de las acuñaciones de Alejandría en honor a Antínoo en la imagen que
encabeza esta entrada.
Moneda de bronce en honor a Antínoo. Bitinia, Tion. 11.43 gr. |
Las monedas de Antínoo fueron todas acuñadas en bronce. Pueden
distinguirse tres grupos diferentes. Un primer grupo se compone de monedas de
gran tamaño con retratos finamente elaborados que casi parecen medallones. El
segundo, de monedas más pequeñas, de la misma calidad que las acuñaciones
habituales de las cecas que las produjeron. El tercer grupo, finalmente,
consiste de monedas pequeñas de mala calidad.
En general, las monedas llevan en el anverso la cabeza o el
busto de Antínoo. Las leyendas lo designan habitualmente como héroe o Dios. Las
monedas de Alejandría y Tarso carecen de esta designación, pero señalan la divinidad
del difunto con una corona ritual o una estrella. Los motivos de reverso son
variados pero tienen siempre una connotación ritual.
Sin duda, estas acuñaciones respondieron a la iniciativa
individual de las ciudades productoras y no a una directiva del emperador. El
objetivo era demostrar la lealtad al soberano y disponerlo favorablemente para
con la ciudad.
Todos estos honores excepcionales a Antínoo parecen haber
cesado inmediatamente tras la muerte de Adriano en el 138 d.C. El nuevo
soberano, Antonino Pío, mantendría una política religiosa mucho más tradicional
en la que este tipo de prácticas no parecen haber sido alentadas.
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