El emperador romano Valeriano sirve como banquillo para que el rey persa Sapor I ascienda a su caballo. Grabado de Hans Holbein el joven.
En una serie de dos entradas trataré un tema al que hasta ahora no he dedicado atención en este blog. Las acuñaciones del breve reino palmireno que surgió en el Oriente romano como respuesta a la crisis del siglo III. Puede considerarse como un complemento a la serie que publicara hace más de un año escrita por Damián Salgado sobre las acuñaciones de Carausio y Alecto.
El desastre de Valeriano
En el año 260, el emperador
romano Valeriano con su ejército intentaba restablecer la frontera romana
arrasada por los persas bajo el mando del energético rey Sapor I. La defensa
culminaría en desastre, pues las tropas de Valeriano fueron diezmadas por una
plaga y el emperador no tuvo más alternativa que intentar una negociación con
el enemigo. El encuentro con Sapor no resultó, sin embargo, como los romanos
esperaban. Valeriano fue traicionado y tomado prisionero por los persas. Era el
primer emperador en caer en manos del enemigo en todo la historia de Roma.
Según algunas versiones, en cautiverio sería sometido a todo tipo de
humillaciones -como servir de banquillo humano para que Sapor subiera a su
caballo. Según Lactancio, tras su muerte, fue desollado y embalsamado y
conservado como trofeo en un templo persa.
La derrota y cautiverio de
Valeriano marcaron una profundización de la crisis del imperio en una época ya
plagada de problemas. La frontera oriental quedaba completamente desguarnecida
y en una situación de vacío de poder por la desaparición del soberano y de la
estructura de comando del ejército.
Imagen actual de las ruinas de la ciudad de Palmira
El ascenso de Odenato
Ante la emergencia, un notable
local de una distinguida familia árabe de la ciudad de Palmira, L. Septimio
Odenato, y algunos oficiales asumieron el liderazgo de las acéfalas fuerzas
romanas. Odenato intentó primero negociar con los persas pero sin éxito y,
pasando a la ofensiva, logró infligir una grave derrota a las fuerzas de Sapor
y salvar el Oriente romano.
Sus éxitos habrían permitido a Odenato
fácilmente aspirar al trono imperial, pero prefirió reconocer a Galieno, el
hijo de Valeriano, como emperador e, incluso, desarmar a algunos usurpadores
surgidos en la región. Galieno recompensó la lealtad de Odenato designándolo
con los títulos de dux Romanorum y corrector totius orientis. En la
práctica, sin embargo, Odenato haría del Oriente Romano un Estado independiente
sólo nominalmente sujeto a la autoridad de Roma.
Odenato no se contentó con
defender la frontera, sino que en los años 262/263 pasó a la ofensiva y atacó a
los persas penetrando en su territorio hasta las murallas de la misma capital,
Ctesifonte. Tras estas resonantes victorias, Odenato asumiría el título de rey
de reyes (en latín: rex regum), de larga tradición en Oriente.
En el año 267, Odenato murió
asesinado junto con su hijo mayor, según indican las fuentes, en una confusa
intriga familiar. Su esposa Zenobia asumió entonces el poder en Palmira como
regente de su, todavía niño, hijo Vabalato. Ella era algo más joven que su
marido y poseía una singular belleza y aguda inteligencia. Se revelaría como
una política sagaz y una líder brillante. Algo excepcional en una época en que
la mujer no solía desempeñar ningún papel en la vida pública.
Zenobia, Vabalato y el camino hacia un imperio independiente
Con la muerte de Odenato, se
acabó la legitimidad otorgada a la autoridad de Palmira por el reconocimiento
de Galieno. Zenobia mantuvo por algunos años una actitud conciliatoria con
Roma, pero a partir del año 270 comenzó a expandir decididamente el territorio
bajo su control, anexionando Egipto a los dominios de Palmira. Entra tanto, Galieno
había sido asesinado y, tras el breve reinado de Claudio, Aureliano se había
transformado en el nuevo emperador en Roma.
A partir de ese momento, la mayor
ambición política de Zenobia se reconocería claramente en las monedas acuñadas
en su territorio. Las cecas bajo control de Odenato habían producido monedas sólo
a nombre del emperador, pero ahora Vabalato y Zenobia también serían
representados, una clara señal de sus asipiraciones. El reino palmireno tenía
bajo su control dos de las ciudades más ricas y pobladas del imperio,
Alejandría y Antioquía. Ambas contaban con cecas con una larga tradición, y
comenzaron a acuñar las nuevas monedas desde el año 270/271.
Las primeras monedas del reino palmireno
Entre los tipos acuñados en
Antioquía es particularmente interesante el que cuenta con retratos en ambas
caras, algo poco habitual en las acuñaciones romanas. Muestra a Aureliano de un
lado y a Vabalato del otro. El lado con Aureliano es probablemente el anverso,
a pesar de la marca oficina debajo de él. El emperador es representado con la
corona radiada que identifica la denominación como un "Antoniniano”. La
leyenda reza IMP (erator) C (aesar) AVRELIANVS AVG (ustus). En el reverso, Vabalato
es representado como un adolescente. Lleva una corona de laureles y es
acompañado por la leyenda VABALATHVS VCR IM DR.
El significado exacto de las
abreviaturas de esta última leyenda es muy debatido entre los especialistas,
pero la solución más aceptada es Vir clarissimus Romanorum Imperator Romanorum
Dux, es decir: varón ilustre (que señala la pertenencia al orden senatorial), general de los romanos, duque de los romanos. Queda
claro que Zenobia reconocía la superioridad nominal de Aureliano, pero eso no
sería suficiente para conformar al emperador.
Las monedas acuñadas en
Alejandría contienen un mensaje algo más osado. Se trata de tetradracmas del
tipo tradicional local, que se fechaban por el año de reinado del emperador. La
leyenda identifica que se trata del primer año del reinado de Aureliano, pero
del cuarto de Vabalato(!) La leyenda del anverso es "AVT KLD AVRHLIANOC CEB".
Las leyenda de reverso son "OIAC BACI VABALLAQOC AQHN" o "OIAC
VABALLAQOC AQHNO YA ... CRW".
Sigue leyendo la segunda parte de esta entrada.
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