Aquí os dejo la tercera parte de la serie sobre la reforma monetaria de Diocleciano (podéis leer aquí la primera y la segunda), en la que me concentro en lo que implicó la puesta en funcionamiento del nuevo sistema monetario.
El primer sistema monetario en
abarcar la totalidad del Imperio Romano
Diocleciano pretendía que el
nuevo sistema fuera verdaderamente universal, desplazando a las acuñaciones
locales que por siglos habían convivido con las monedas romanas. Para que este
objetivo fuera alcanzable en la práctica, fueron necesarias dos medidas
radicales: 1) la desmonetización de todo el circulante anterior a la reforma.
2) La producción de nuevas piezas en enormes cantidades en un plazo muy breve
de tiempo. Se tuvo un éxito sorprendente en ambos puntos, coordinando el
trabajo de un gran número de cecas distribuidas por todo el imperio con gran
eficiencia. De esta forma, en tan sólo cinco años entre el 293 y el 297 d.C.,
Diocleciano y sus colegas impusieron el uso del primer sistema uniforme en el
Imperio Romano, acabando incluso con el particularismo monetario de Egipto,
vigente desde siglos.
Diocleciano modificó el sistema
de cecas heredado de Aureliano y amplió su número de 10 a 16 (RIC VI, págs.
4-7). El nuevo esquema se correspondía con su reorganización de la
administración civil mediante la creación de las diócesis (ver mapa más abajo). Ya con anterioridad,
las cecas se encontraban organizadas en diferentes talleres (officinae) y desde el reinado de Filipo
el árabe se había generalizado la práctica de señalar dentro de cada ceca con
una letra griega el taller responsable de la producción de cada ejemplar.
Durante la tetrarquía, las marcas de officinae
se vuelven una norma ineludible para todas las cecas que cuentan con varios
talleres, lo que permitía un mayor control de la producción.
Las cecas de la tetrarquía
funcionaron con gran eficiencia y produjeron en pocos años cientos de millones
de nummi, teniendo éxito no solamente
en remplazar a todas las monedas previas, sino también abastecer a regiones que
hasta ese período habían sufrido de una escasez crónica de circulante.
Diocleciano y sus colegas lograron uno de los remplazos monetarios más
efectivos de la historia.
Los nummi representaron también un notable incremento en la calidad.
Sus cospeles son regulares y con un peso menos variable que las denominaciones
anteriores. Las acuñaciones son bien centradas y de producción cuidada. La
cobertura plateada es atractiva y uniforme.
La reforma en la iconografía
La reforma monetaria de la tetrarquía
vino acompañada de una clara ruptura con la tradición iconográfica previa. Los
retratos imperiales se vuelven ahora uniformes y esquemáticos, de tal modo que en
ocasiones se hace difícil distinguir al tetrarca representado sin la ayuda de la
leyenda. Se evidencia, además, una clara preferencia por el busto laureado y
barbado hacia la derecha, con un gesto adusto y cabezas masivas de cabello
corto muy semejantes a las representaciones estatuarias de la tetrarquía. Se
trata, por otra parte, de un rasgo común a todas las manifestaciones
iconográficas oficiales, y no de una característica privativa de la moneda.
Los
emperadores pierden sus rasgos individuales y se transforman en meros íconos
genéricos, lo que se corresponde con la intención de Diocleciano de transformar
esa posición en una institución completamente independiente de la persona que
la ocupara. Las diferencias fundamentales en la representación de los tetrarcas
derivan de la divinidad con la que cada pareja Augusto / César es asociada,
Júpiter o Hércules. Sólo en algunas cecas occidentales se producen retratos más
variados con bustos acorazados o, incluso, con casco y lanza al hombro. Un tipo
de retrato muy peculiar es el de los soberanos asociados a Hércules que
aparecen representados con piel de león y, en algunos casos, con maza al hombro.
Con la reforma del 293, también
los tipos de reverso se vuelven mucho más uniformes y se concentran en unos
pocos motivos de aspiración universal que serán repetidos por todo el imperio.
Algo más de variedad se encuentra solamente en las monedas de oro, en mi
opinión, porque van dirigidas casi exclusivamente a un público de militares y
funcionarios cuya lealtad el régimen debe conservar con especial cuidado y
atención. De allí que encontremos representaciones más detalladas del programa
ideológico en que se sustenta el principio de la colegialidad imperial.
En las
monedas de plata predominan fuertemente dos tipos de reverso, el que muestra a
los tetrarcas realizando un sacrificio y la representación de la puerta de un
campamento. En los nummi, a su vez,
el tipo más usual es, por mucho, el genio del pueblo romano. En los radiados de
vellón bajo aparecen Júpiter y el emperador, mientras que en los pequeños
radiados de bronce lo hace Utilitas.
El menor número de tipos de reverso debe, en mi opinión, también ser una
consecuencia del gran volumen de producción necesario para establecer el nuevo
sistema monetario, que implicaba una mayor estandarización de los procesos de
acuñación en las cecas.
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