sábado, 20 de julio de 2013

La reforma monetaria de Nerón del 64 d.C. y sus consecuencias

Denario del emperador romano Nerón
Denario de Nerón Post-Reforma

En una entrada reciente trataba la Historia monetaria romana de Augusto a Nerón. Con el reinado de este último comienza una nueva etapa pues, en el año 64 d.C., se introduce una reforma del sistema monetario que implicará el abandono de los estándares fijados durante el reinado de Augusto. En esta entrada presento un breve análisis de esa reforma y sus consecuencias inmediatas.

Los sucesores inmediatos de Augusto respetaron los lineamientos de su sistema monetario aunque puede detectarse, con el paso del tiempo, una leve y continuada caída en el peso promedio de todas las acuñaciones. Ello probablemente se relaciona con la intención de mantener el valor de las nuevas piezas en paridad con las que se encontraban en circulación y habían perdido, por desgaste, ya algo de su peso. Los estándares teóricos de peso no fueron, sin embargo, alterados. Los miembros de la dinastía Julio-Claudia preservaron también, por otra parte, la solvencia del sistema fiscal, a pesar de algunos momentos críticos, como el extravagante reinado de Calígula. Esta situación cambió durante el principado de Nerón cuando a los excesivos gastos del emperador se sumó el enorme costo de los trabajos de reconstrucción de la ciudad de Roma tras la devastación generalizada ocasionada por el gran incendio del año 64 d.C.
el incendio de Roma en el 64 d.C.
Ante la ausencia en el Imperio Romano de toda fuente de financiamiento que le permitiera al Estado llevar adelante un presupuesto deficitario y ante el carácter relativamente inelástico de los ingresos fiscales, se hizo necesario recurrir a una devaluación de los estándares monetarios para poder acuñar con el metal disponible la cantidad nominal de monedas necesaria para cubrir los gastos requeridos.

La reforma de Nerón consistió en tres medidas generales: (1) La reducción en el estándar del áureo y el denario, pasando el primero a ser acuñado con un peso teórico de 1/45 de la libra romana, y el último a 1/96. (2) Reducción de la pureza del denario del 98 al 93 %. (3) La acuñación de todas las denominaciones subsidiarias exclusivamente en oricalco. Esta última innovación, sin embargo, se abandonó después de poco tiempo y se regresó al sistema previo dado que las nuevas monedas no lograron ganar la aceptación general del público. Las dos primeras, por el contrario, no quedarían reducidas a una medida temporal para paliar una crisis transitoria de financiamiento del tesoro sino que significarían un cambio permanente del sistema monetario y sentarían un precedente que sería imitado ante problemas semejantes en el futuro. Con un millón de denarios pre-reforma podían acuñarse ahora alrededor de 1,25 millones. A pesar de la pérdida de valor real del denario, las tasas de cambio entre las distintas denominaciones no se alteraron.

La reforma permitió ampliar la oferta nominal de dinero en forma considerable y evitó la insolvencia del Estado. El cambio no parece haber dado origen a una crisis de confianza en la moneda. La información disponible sobre subas de precios en el período posterior a la reforma es escasa pero todo indica la devaluación no tuvo un impacto inflacionario de largo plazo.
Sestercio del emperador romano Nerón con representación del puerto de Ostia

Por supuesto, la reforma podía servir como un paliativo pero no ofrecía una solución para el financiamiento público. Los problemas de los últimos años de Nerón en el trono y las guerras civiles del 68 d.C. siguieron agravando la situación del tesoro, de tal modo que, al llegar Vespasiano al poder, se hizo necesario aplicar un programa de austeridad extremo que incluía una considerable suba de la carga fiscal, reducción de gastos e, incluso, la confiscación de los bienes de quienes habían sido enriquecidos por Nerón. A pesar de estas medidas, la pureza del denario debió ser rebajada nuevamente hasta un 80% para poder hacer frente a todos los pagos.

La rigurosa disciplina fiscal introducida por la dinastía flavia rindió lentamente sus frutos y ya Domiciano en el año 82 llevó a cabo una ambiciosa reacuñación, incrementando el peso del áureo y retornando el denario al nivel de pureza del 98% vigente antes de la reforma neroniana aunque conservando el estándar reducido de 1/96 de la libra romana. Se trataría, sin embargo, sólo de un fenómeno pasajero y ya en el año 85 se volvería a rebajar al 93% como consecuencia de la presión que sobre el tesoro representaba el costo de las guerras contra catos y suabos y los primeros enfrentamientos en Dacia. Este nivel se mantendría durante el resto de su reinado. Es importante destacar que seguía representando una mejora respecto de los denarios acuñados por Tito y Vespasiano.

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