Continuando la última entrada, regreso al reinado de Filipo porque
marca en muchos sentidos el comienzo de una nueva etapa en la producción
monetaria romana, visible en dos cambios de gran trascendencia: El
desplazamiento definitivo del denario como pieza central del sistema de
denominaciones romanas y la introducción del sistema de marcas de officinae en la ceca de Roma.
Si bien durante el reinado de
Filipo todavía se acuñaron ocasionalmente denarios, es claro que esta
denominación dejó por estos años definitivamente de formar parte regular del
sistema monetario. El antoniniano, un doble denario cuyo valor era señalado por
el busto con corona radiada del emperador en el anverso se transformó de esta
manera en la moneda principal del mundo romano y se la acuñó en enormes
cantidades y con muy baja calidad, marcando un considerable incremento en el
valor nominal del circulante sin una suba paralela de su valor metálico.
La acuñación de monedas de oro es
durante el reinado de Filipo mucho más rara que durante el de su predecesor
Gordiano III pero los sestercios siguieron siendo emitidos en grandes
cantidades. En mi opinión, ello indica que, a pesar de la expansión de la masa
monetaria y el deterioro en el contenido metálico del antoniniano, la inflación
no era todavía muy alta. Por el contrario, el sucesor de Filipo, Trajano Decio,
se vería obligado a introducir un doble sestercio para reaccionar frente a la
suba de precios.
Durante el reinado de Filipo,
Roma siguió siendo el principal centro de producción de monedas, pero los
crecientes volúmenes de acuñación de antoninianos representaban un enorme
desafío para el Estado romano y hacían necesaria la asistencia de algunas cecas
provinciales en la tarea. Es probable que una de esas cecas fuera Viminacium en
la región danubiana y otra Antioquía en Oriente. Se trataba de dos zonas en las
que, por la concentración de tropas, el Estado debía realizar grandes
desembolsos, por lo que era conveniente contar con producción local de monedas
para hacerles frente.
Un hecho importante en este
contexto, es la aparición a partir del año 248 d.C. de marcas de officinae en los antoninianos acuñados
en Roma, que ponen en evidencia que esa ceca contaba con seis talleres
independientes que cada uno acuñaba sus propios tipos de reverso específicos
dentro de cada serie. Es la primera señal de un cambio que se acentuará en el
futuro y que refleja la necesidad de una organización productiva más eficaz
para hacer frente al fuerte incremento en la producción monetaria representado
por la acuñación de antoninianos cada vez más depreciados.
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