Del tesoro del Aventino a la colección JDL
Además de por la gran belleza de
sus tipos y por su importancia histórica, esta moneda se destaca por su
absolutamente excepcional estado de conservación, correspondiente a lo que se
denomina “flor de cuño”. Es decir, una pieza no sólo sin circular, sino que fue
producida con cuños todavía nuevos y en este caso, además, excepcionalmente
centrada.
Esta moneda formó parte de la
recientemente dispersada colección JDL de monedas antiguas. Proviene del famoso
tesoro del Aventino, descubierto en el monte de la ciudad de Roma durante la
construcción del monasterio benedictino de San Anselmo en 1893. El tesoro se
componía exclusivamente de áureos de Marco Aurelio y Lucio Vero, la mayoría
casi sin circular. El número total de monedas encontradas es incierto, pero
rondaría las 400, que fueron en su mayoría vendidas a coleccionistas.
El contexto: la campaña de Lucio Vero contra los partos
El reinado de Antonino Pío se había
destacado como una era de paz y prosperidad, pero los reinados de sus sucesores
Marco Aurelio y Lucio Vero comenzaron con una crisis. El rey parto Vologases IV
rompió su tratado con Roma, invadió las fronteras romanas, y capturó Armenia. Marco
Aurelio permaneció en Roma para ocuparse de los asuntos domésticos y mantener la
vigilancia de la frontera de Alemania y Rhaetia, donde los Chatti habían
cruzado l limes, mientras que Vero marchó hacia el Este para lidiar con los
partos.
Vero y sus generales condujeron al
ejército romano a una brillante victoria recuperando todos los territorios perdidos
y avanzando con una exitosa contraofensiva hacia el territorio enemigo. El
resultado fue la recuperación de Armenia y Siria, y el saqueo y destrucción
completa de las capitales persas de Ctesifonte y Seleucia. Fue una de las
campañas militares más exitosas de Roma en Oriente en toda su historia. Con el enorme botín capturado se acuñaron grandes
cantidades de monedas para conmemorar la campaña. Entre ellas está este áureo
de 163-164 que celebra la coronación de un tal Sohaemus como rey de Armenia. Se
trataba de un príncipe completamente romanizado, de cuya lealtad los
emperadores podían sentirse plenamente seguros.
Vero regresó a Roma a finales del
166 d.C. para celebrar un espléndido triunfo conjuntamente con Marco Aurelio.
Sin embargo, la alegría sería breve pues las tropas traerían consigo a
Occidente una enfermedad hasta entonces desconocida que una epidemia que diezmaría
la población del imperio, la plaga antoniniana. Los persas tendrían así su
revancha.
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