El breve período entre el asesinato de Julio César y el inicio del principado de Augusto (44 – 27 a.C.) es uno de los más interesantes de la historia de Roma, particularmente desde el punto de vista numismático. El destino de la república ya estaba, para ese entonces, definitivamente sellado. Sólo restaba dirimir quien se transformaría en el sucesor de César como nueva cabeza del mundo romano. Tras la derrota y muerte de Bruto y Casio, Marco Antonio y Octaviano se dividieron el mundo romano. Entre los pocos que les siguieron ofreciendo resistencia se encontraba Sexto Pompeyo, quien acuñaría algunas de las monedas más atractivas de esta convulsionada época.
Una herencia familiar
Para Sexto Pompeyo, la oposición a
los cesarianos era una herencia de familia. El hijo de Pompeyo Magno había
sobrevivido la derrota definitiva de las últimas fuerzas pompeyanas en Hispania
en la batalla de Munda del 46 a.C. y continuado con unos pocos seguidores la
resistencia contra César. Una serie de éxitos contra los lugartenientes harían
crecer su fama y sus seguidores, de modo que en un par de años había reunido en
ejército de seis legiones.
El asesinato de César cambió
radicalmente la situación de Sexto Pompeyo. El senado le permitió recibir parte
de su herencia y le confirió el estratégico mando sobre la flota como praefectus classis et orae maritimae. Pompeyo
estableció su base en Marsella y utilizaría los nuevos recursos para hacerse
del control de Sicilia y transformarla en su base de operaciones. Tras el
establecimiento del triunvirato utilizaría la flota para hostigar el tráfico
marítimo hacia Roma generando problemas de desabastecimiento y hambrunas en la
ciudad que minaban la popularidad de Octaviano con la plebe romana.
En el 42 a. C. Octaviano envió a
la isla a su legado Quinto Salvidieno Rufo con una flota pero éste fue
derrotado de manera decisiva en el estrecho de Sicilia. Tras esta batalla, Octaviano
tuvo que interrumpir las operaciones para concentrar la atención en la campaña
contra Bruto y Casio en Oriente.
Dueño de los mares
Sexto Pompeyo se encontraba en la
cima de su poder. Es de este período que proceden sus acuñaciones, notables por
la originalidad y nivel artístico de sus motivos. Su atractivo diseño y su
rareza las hacen muy codiciadas por los coleccionistas y pueden alcanzar
valores elevados.
A diferencia de Bruto y Labieno,
Sexto prefirió colocar el rostro de su padre en el anverso de sus monedas,
apareciendo el suyo junto con el de aquél sólo en algunos reversos, como el del
exquisito áureo cuya imagen encabeza esta entrada.
Especialmente atractivos son los diseños de los denarios acuñados para conmemorar el triunfo sobre la flota de Salvidieno Rufo, cuyas imágenes acompañan este texto. En uno de ellos vemos una galera adornada con el aquila, el cetro y el tridente delante del Faro de Mesina decorado con una estatua de Neptuno y en el reverso al monstruo Escila. En la otra a Neptuno y un trofeo marítimo.
El fin
En el año 39 a.C., Pompeyo llegó
a un pacto con los triunviros que le permitió afianzar su base de poder
autónoma en la isla de Sicilia. El acuerdo sería, sin embargo, breve. Octaviano
dedicaría un par de años a reunir una flota y contingentes de tropa adecuados
para enfrentar a Pompeyo. Las operaciones iniciaron en el verano del año 36
a.C. bajo el comando de M. Vipsanio Agripa, el brillante lugarteniente de
Augusto, que obtendría la victoria definitiva en la batalla de Nauloco en
septiembre de ese mismo año. Pompeyo lograría todavía huir a Oriente donde
sería finalmente apresado y ejecutado por lugartenientes de Marco Antonio.
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